No
hacía falta que el despertador sonase, justo antes de que lo hiciera lo
apagaba. Estaba acostumbrada a hacerlo. Era su día a día y nunca llegaba tarde.
Adelaida
era una chica joven, de complexión alta y delgada. Su pelo largo se mecía
adelante y atrás mientras se levantaba de la cama ese día. ¿Qué era lo
siguiente? ¿Estirarse y bostezar? Ni hablar, ella era demasiado fina para hacer
eso. Lo siguiente era dirigirse al baño y allí, aplicarse todos los productos
de belleza que tenía. En realidad no le hacían falta, ya era demasiado guapa
sin ellos. Aún así se aplicaba multitud de productos y maquillaje. Después, lo
último antes de salir de casa era vestirse (elegantemente) y desayunar. Siempre
puntual.
Ser una
empresaria de alto rango y prestigio no lo era todo para ella, también tenía
que ser observada por los demás. ¡Y vaya que si lo hacían! Tan conocida era en
la empresa por su belleza que se hizo más famosa incluso que algunas actrices.
Era su
única obsesión: estar hermosa. Esto hacía que fuera una persona totalmente
egocéntrica y egoísta, pero eso le daba igual.
Ese mismo
día en el trabajo oyó cómo unas compañeras discutían sobre un nuevo producto de
belleza: una crema rejuvenecedora "¡lo más de lo más!", decían. Como
era de esperar, Adelaida no podía estar sin la novedad, ¡tenía que estar a la
moda! Y sin dudarlo fue a comprarla a uno de los sitios más exclusivos del
barrio rico en el que vivía. Sin embargo más tarde esa empresa quebró, quién
sabe por qué.
Hola,
me llamo Claudia y soy ex-compañera de trabajo de Adelaida. Hace ya tres meses
de ese último día. Todos nos preguntamos qué pasó. Pensamos que se había mudado
pero...no sé, estoy asustada.
Ayer por
la noche mientras regresaba a casa del trabajo pasé por su barrio, y me pareció
ver a una persona en una de las ventanas de la casa de Adelaida.
Estaba
oscuro, las luces de las farolas alumbraban tenuemente la ventana, aflojé la
marcha del coche y entorné los ojos: había una mujer mirando a la nada, medio
oculta tras unas cortinas, su cara... ¡Tenía la cara despellejada! Hasta me
pareció ver trozos de hueso entre la carne. Fue en esos momentos cuando sus
ojos brillantes me miraron, pegué un acelerón al coche y desaparecí de allí.
No sé lo
que vi, ni quiero saberlo. Lo que sí tengo claro es que desde que ella no está
las cosas van mucho mejor en la empresa.
¿Sabéis?
Me da igual, que se joda la señorita presumida.