Estoy en la cama. No puedo dormir.
Joder,
todos los días igual. A parte, ya de por sí, que mi cuerpo no me deja, ¡¿PODRÍA
CALLARSE Y ESTARSE QUIETA LA PUTA VIEJA?! No para de hacer ruido y yo no paro
de dar vueltas.
¿Qué hora
es? Cojo el móvil y son las 2:50 de la mañana. Perfecto, hasta por lo menos las
11, 11:30 ya no me levanto. Y no me gusta levantarme tan tarde.
Me giro
hacia un lado. Me giro hacia el otro. Nada. ¡¿PERO QUÉ HACE?! No para de mover
la cama, chirría cada vez que se mueve. Si su habitación no estuviera justo
encima de la mía no oiría nada. Tengo los ojos bien abiertos, fijos en el
techo. Todo está oscuro. No puedo evitar oír nítidamente todo lo que hace.
Qué puto
horror. Ahora oigo cómo se levanta. ¿Pero adónde va a estas horas? Oigo pasos,
sus pasos. Se dirigen a lo que seguro será un mueble que tenga al final de la
habitación porque ¡cómo suena la madera al arrastrarla! ¡Pero esta señora está
loca! ¡Moviendo muebles a las tres de la mañana!
Algo que
parece ser redondo, como una canica, cae al suelo. Va dando botes, cada vez más
seguidos, conforme mengua el sonido.
¡Dios!
Pasos otra vez. No. No va a la cama, se alejan. Vale, parece que va al baño.
No.
¡Madre mía
qué noche! Hay tanto silencio que oigo perfectamente todo. No tardo en darme
cuenta que abre la puerta principal del piso. Suena mucho por el eco de la
escalera.
Me quedo un
poco en blanco. No sé qué hacer. Me da algo de miedo pensar que esta señora
salga a estas horas. El caso es que no he oído cerrarse la puerta.
Me decido a
levantarme para ir a cotillear, y sin hacer el más mínimo ruido abro la puerta
de mi habitación. ¿Oirá ella también el ruido que hago yo? Voy corriendo a
asomarme a la mirilla, descalzo, a penas hago ruido. Miro por ella y la luz del
portal está encendida. Dura pocos segundos así que pronto se apagará. ¿Ha
bajado? A no ser que no haya hecho ruido los pasos de las escaleras no los he
oído. Sigo mirando por la mirilla. Intento no hacer ruido ni con la
respiración. Luz encendida aún. Sigo mirando. Luz encendida. Sigo mirando. Luz
encendida. Sigo mirando.
Silencio
absoluto.
Luz
apagada.
Por unos
segundos me quedo totalmente a oscuras y en silencio. De pie, solo, en el
pasillo, pegado a la mirilla. Noto lo fuerte que me golpea el corazón en el
pecho.
Todo está
negro.
Luz
encendida.
¡DIOS! ¡Qué
puto susto! Me retiro de la puerta. ¡LA CUENCA VACÍA DONDE DEBÍA HABER UN OJO
ESTÁ PEGADA A LA MIRILLA! ¿Qué intenta?
La puerta
empieza a abrirse. ¿QUÉ? ¡Pero si no tiene llave! ¿Qué cojones? Dios, dios,
dios... Estoy un poco paralizado por el miedo. Lo primero que se me ocurre es
entrar en la habitación de mi hermano, que está al lado. Hago el menor ruido
posible. Abro, entro, y cierro tras de mí. Voy corriendo hacia su cama. Cojo su
móvil y le alumbro la cara mientras que con la otra le tapo todo lo que puedo
la boca para que no haga ni el más mínimo ruido. Le despierto. Me alumbro a mi
cara para que vea que soy yo y no se asuste. Me acerco y le digo al oído que la
Juana, la vieja de arriba, ¡ha bajado y está entrando en casa! Shh... Me quedo
sentado a su lado. Los dos estamos en silencio. Él se frota los ojos, estaba en
pleno sueño.
La puerta
de entrada se termina de abrir y el único sonido que puedo percibir es un
murmuro continuo por parte de la señora, como balbuceando. Al parecer no me ha
oído, no sabe que estamos aquí. Oigo que camina lentamente, en plan zombi. Hago
un gesto a mi hermano para que no haga ningún ruido. Va hacia la habitación de nuestros
padres. Susurro a mi hermano: Alber,
Alber... ¿qué hacemos? El corazón me va a mil, que puto miedo, joder. No sé
qué hacer, estoy totalmente en silencio, pegado a mi hermano. No hacemos ningún
ruido. De repente oigo a mi padre quejarse por la luz de su habitación, no le
gusta que la enciendan mientras duerme. Gritos.
Alber, vamos, levanta, vámonos, porfa, vámonos a la
calle. Corre.
Le tiro del brazo, le fuerzo a levantarse. Lo
pongo detrás de mí. Le digo bajito que, como su puerta hace un poco de ruido, salgamos
corriendo hacia la calle nada más abrirla. Joder, se me va a salir el corazón
del puto miedo que tengo.
¡Alber, venga!
¿Por qué gritan papá y mamá?
Te he dicho que la vieja ha bajado... Ven, vámonos a
la calle, ¡corre!
Le tiro del
brazo. Va detrás de mí. Cruzamos el portal. Salimos a la calle. Una vez fuera
mi voz ya es normal, pero muy asustada.
Venga, Alber, vamos a escondernos. Pienso
enseguida que detenerse a esas horas a llamar a alguna casa o pegar gritos de
auxilio no valdría. La gente duerme y tardaría en reaccionar.
Nos
escondemos detrás de un coche. Hemos recorrido un buen trecho desde la salida
del portal del bloque de pisos. Estamos agachados. Solos en la calle. Nos
asomamos un poco por encima del coche. Una figura de pequeño tamaño y encorvada
está en el umbral de la puerta. Plena noche, todo en silencio. La única luz la
de las farolas de la calle. Hace frío. De repente vemos cómo la vieja comienza
a andar en nuestra dirección, por mitad de la calle. Cada vez va más rápido.
¡SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE! No he
podido aguantar más. ¡Alber, grita! ¡Pide
socorro! Los dos chillamos a la vez mientras corremos con la vista fija en
la señora que aún nos persigue…
Me
despierto todo sudado en la cama. El alivio que siento al descubrir que todo ha
sido un sueño me calma muchísimo. Me quedo en silencio. Respiro hondo. Miro el
móvil y son las 4:30 de la mañana. Qué raro despertarme yo por un sueño a estas
horas.
Abro bien
los ojos. Parpadeo fuerte. Me quedo mirando al techo unos segundos. Luego miro
a toda mi habitación. Aunque sea de noche puedo ver las formas de los muebles.
La luz de las farolas de la calle también ayuda. Pero no logro comprender algo
que... Me asusto, me cubro con las mantas hasta la cabeza. El único sonido que
empiezo a percibir de repente es un murmuro continuo, como un balbuceo…, que se
dirige a mi cama.