miércoles, 25 de marzo de 2015

Adelaida

No hacía falta que el despertador sonase, justo antes de que lo hiciera lo apagaba. Estaba acostumbrada a hacerlo. Era su día a día y nunca llegaba tarde.

Adelaida era una chica joven, de complexión alta y delgada. Su pelo largo se mecía adelante y atrás mientras se levantaba de la cama ese día. ¿Qué era lo siguiente? ¿Estirarse y bostezar? Ni hablar, ella era demasiado fina para hacer eso. Lo siguiente era dirigirse al baño y allí, aplicarse todos los productos de belleza que tenía. En realidad no le hacían falta, ya era demasiado guapa sin ellos. Aún así se aplicaba multitud de productos y maquillaje. Después, lo último antes de salir de casa era vestirse (elegantemente) y desayunar. Siempre puntual.

Ser una empresaria de alto rango y prestigio no lo era todo para ella, también tenía que ser observada por los demás. ¡Y vaya que si lo hacían! Tan conocida era en la empresa por su belleza que se hizo más famosa incluso que algunas actrices.

Era su única obsesión: estar hermosa. Esto hacía que fuera una persona totalmente egocéntrica y egoísta, pero eso le daba igual.

Ese mismo día en el trabajo oyó cómo unas compañeras discutían sobre un nuevo producto de belleza: una crema rejuvenecedora "¡lo más de lo más!", decían. Como era de esperar, Adelaida no podía estar sin la novedad, ¡tenía que estar a la moda! Y sin dudarlo fue a comprarla a uno de los sitios más exclusivos del barrio rico en el que vivía. Sin embargo más tarde esa empresa quebró, quién sabe por qué.



Hola, me llamo Claudia y soy ex-compañera de trabajo de Adelaida. Hace ya tres meses de ese último día. Todos nos preguntamos qué pasó. Pensamos que se había mudado pero...no sé, estoy asustada.

Ayer por la noche mientras regresaba a casa del trabajo pasé por su barrio, y me pareció ver a una persona en una de las ventanas de la casa de Adelaida.

Estaba oscuro, las luces de las farolas alumbraban tenuemente la ventana, aflojé la marcha del coche y entorné los ojos: había una mujer mirando a la nada, medio oculta tras unas cortinas, su cara... ¡Tenía la cara despellejada! Hasta me pareció ver trozos de hueso entre la carne. Fue en esos momentos cuando sus ojos brillantes me miraron, pegué un acelerón al coche y desaparecí de allí.

No sé lo que vi, ni quiero saberlo. Lo que sí tengo claro es que desde que ella no está las cosas van mucho mejor en la empresa.

¿Sabéis? Me da igual, que se joda la señorita presumida.


7 comentarios:

  1. Narración fluida mediante esas frases cortas y una historia muy actual... He de decir que un poco se lo tiene merecido Adelaida.
    Gran frase final de indiferencia; me encantó.
    Saludos, apañero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Richi!
      Me alegra mucho que te haya gustado.

      ¡Saludos amigo!

      Eliminar
  2. Un final con un toque de humor negro. Pobre Adelaida, aunque no fue una gran pérdida para el resto. La imaginé junto a la ventana con su rostro cayéndose a pedazos.
    Muy bueno, Roberto! Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Federico! Me alegro que te haya gustado.

      Saludos! :D

      Eliminar
  3. Ser algo coquetona está genial pero tanto!! Nadie la mandó echarse potingues pero bueno, no sé si lo merecería. Me da más miedo Claudia que ella,ajajaj. Muy buen relato de terror, Carlos. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Serlo un poco sí, pero pasarse tiene sus consecuencias! Jaja
      Gracias Ana! Saludos!

      Eliminar
  4. Algo de penica me ha dado Adelaida... U.u Querer ser tan hermosa y la forma que tienes de expresarlo, me hace pensar que lo único que quería era un poquitín de cariňo y afecto... ¡Lástima que solo se centrase en su belleza exterior!
    ¡Qué cabrita Claudia! Con gente así... ¿Para qué se necesitan enemigos?
    ¡Besis! ;)

    ResponderEliminar